A pesar de que el mercado tecnológico está saturado de cursos, certificaciones y pruebas técnicas, los equipos de alto rendimiento en TI no se construyen únicamente con talento técnico.
Las organizaciones que logran mantener a su equipo de TI motivado, colaborando entre áreas y resolviendo problemas de forma autónoma, están apostando por un nuevo criterio de selección: las soft skills.
Es un cambio estratégico impulsado por los propios CTOs y líderes de tecnología que buscan perfiles más completos y adaptables.
Mientras muchos reclutadores siguen obsesionados con validar stacks y contar líneas de código, un número creciente de líderes ha entendido que el dominio técnico pierde valor sin habilidades blandas como la comunicación efectiva, la autogestión o el pensamiento crítico.
Un desarrollador que no sabe trabajar bajo presión o colaborar con otros equipos puede convertirse fácilmente en un cuello de botella, sin importar cuántos frameworks domine o que certificaciones tenga.
Aquí es donde las soft skills dejan de ser un “plus” y se convierten en un factor clave de éxito.
En este artículo exploraremos cómo las habilidades blandas están dando un cambio radical en la forma en que se evalúa y valora al talento tecnológico, y cómo las empresas que saben identificarlas logran contratar menos, pero mucho mejor.
La tecnología evoluciona rápido, pero las habilidades blandas dentro de los equipos aún determinan gran parte del éxito o fracaso de los proyectos tecnológicos.
En áreas como desarrollo, infraestructura o ciberseguridad, donde la presión por resultados es constante y los errores pueden costar caro, habilidades como la resolución de conflictos, la empatía o la gestión del tiempo dejaron de ser “buenas intenciones” para convertirse necesarias para operar con efectividad.
Un estudio de McKinsey reveló que las organizaciones que fortalecen las habilidades interpersonales de sus equipos tecnológicos, adoptan tecnologías colaborativas y fomentan una cultura de comunicación efectiva pueden lograr hasta un 25 % de mejora en productividad colaborativa y una reducción significativa en los tiempos de entrega.
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En palabras simples: un equipo que sabe comunicarse, priorizar tareas y entender los objetivos del negocio entrega más valor que uno aislado, por muy capacitado que sea técnicamente.
Aunque cada rol tiene sus especificaciones, existen habilidades blandas que están siendo especialmente demandadas en perfiles técnicos de alto valor.
Aquí te compartimos algunas de las más buscadas:
Por supuesto, el conocimiento técnico sigue siendo indispensable.
Nadie contrataría a un especialista en ciberseguridad que no sepa mitigar vulnerabilidades o a un ingeniero de datos que no domine SQL o Python, sin embargo, las soft skills y hard skills no compiten entre sí.
No se trata de elegir una u otra, sino de entender que ambas deben trabajar en conjunto para lograr sostener roles de liderazgo en tiempo real.
Hoy, las certificaciones y el expertise técnico son el punto de partida, en otras palabras, lo que marca la diferencia entre dos candidatos igual de calificados es cómo se relacionan con su equipo, cómo responden a los imprevistos y qué tan alineados están con la visión estratégica del negocio.
Las soft skills no reemplazan a las hard skills, pero son el complemento que transforma a un buen profesional en un jugador clave dentro de cualquier equipo tecnológico.
Uno de los grandes retos para líderes de TI es cómo evaluar algo que no se puede medir en un test técnico. Algunas estrategias efectivas incluyen:
Las empresas que entienden este cambio están formando equipos más cohesionados, con mayor resiliencia y capacidad de innovación. No se trata de elegir entre hard o soft skills, sino de combinarlas estratégicamente para impulsar resultados sostenibles y desarrollar liderazgo técnico.
Si estás contratando para escalar tus operaciones TI o buscando perfiles que no solo ejecuten, sino que lideren, la clave está en mirar más allá del CV.
Las habilidades que realmente marcan la diferencia no siempre vienen en forma de diplomas. A veces, se notan en cómo alguien escucha, colabora o transforma un problema en una solución concreta.